Imagine este escenario: es una tarde oscura, fría, y lluviosa y usted tiene muchas ganas de entrar en la tienda cálida y bien alumbrada. Usted cruza el estacionamiento y observa a una persona caminando hacia usted con los hombros encorvados bajo el peso de las bolsas que traen sus compras. De repente, una de las bolsas se rompe y las compras se caen por todas partes-las latas rodean debajo de los carros y una funda de chips termina en un charco. Usted realmente quiere entrar en la tienda pero imagina cómo se sentiría aquí sóla en la fría oscuridad, buscando las latas de fréjoles debajo de los carros. Así que se detiene para ayudar.
Al imaginar cómo se sentía la otra persona, usted estaba sintiendo la empatía. Esta es la habilidad de dejar a un lado sus propios sentimientos y deseos para ponerse en el lugar del otro para imaginar sus emociones y deseos. Y cuando siente la empatía, es más probable que tomará acción para ayudar a la otra persona. La empatía es lo que nos lleva a hacer cosas amables tanto para nuestros amigos íntimos como para los desconocidos, a perdonar nuestras parejas por una variedad de equivocaciones, y a formar vínculos con nuestros amigos en base a los triunfos y las desilusiones.
Pero, si estoy de buen humor, ¿para qué querría imaginar la decepción que siente mi amiga al no recibir un ascenso en su trabajo? En parte, es porque estamos programados para sentir la empatía. Los humanos somos seres sociales y sentir la empatía nos permite vivir juntos en grupos. Si nunca tuviéramos la habilidad de considerar los sentimientos del prójimo, es posible que no estaríamos tan dispuestos a preparar la comida para nuestros niños y esposos, especialmente cuando nos sentimos cansados y sobrecargados. O quizás se nos ocurriría quitarle a un compañero del trabajo su taza de café preferida, la que se le regaló su abuelo, solo porque tenemos ganas de tenerla, provocando un montón de drama en el trabajo. Al entender cómo se siente el prójimo, es menos probable que actuamos de manera agresiva o egoísta hacia él o ella. Entonces, por lo general, la empatía nos permite tener amigos, compañeros del trabajo, y parejas.
Aparte del gran beneficio de permitirnos vivir en sociedad, la empatía puede beneficiar su salud mental y física. Pero es importante distinguir entre poder sentir exactamente lo que se siente el otro—lo cual se llama la empatía emocional—y entender lo que se siente pero a la vez mantenerse suficientemente distanciado para poder ayudarlo si es necesito—lo cual se llama la preocupación empática o simpatía. La empatía emocional le permite experimentar los sentimientos de otra persona. Pero si está llorando junto con su amigo, es posible que no podrá aconsejarle sobre cómo cambiar la situación. La preocupación empática o simpatía permite que una persona entienda los sentimientos del otro y cómo aliviar su angustia (o ayudarle a sentirse mejor). Este tipo de empatía puede ayudarle a sentir más apoderado y positivo porque está ayudando a otra persona.
La empatía también puede ayudarle en su vida profesional. Los líderes más empáticos tienen más probabilidad de tener empleados más felices y más fieles. Y los consumidores son más probables de comprar de los negocias que creen ser más empáticos.
Entonces, ¿cómo se desarrolla la empatía? Como dijimos anteriormente, la posibilidad de tener empatía parece ser programada en el cerebro humano. Pero hay mucha variación y una pequeña parte de la población (los psicópatas), no parece sentir empatía. Afortunadamente, también está claro que se puede aprender y fomentar la empatía. La semana que viene vamos a hablar específicamente sobre cómo enseñar la empatía a los niños. Mientras tanto, vea estos tips para cómo los adultos pueden desarrollar su empatía y la Biblioteca de la Empatía. El poder entender los sentimientos y necesidades del otro es una manera en la cual podemos ayudar a que el mundo sea un mejor lugar para nuestros niños y niñas.
Fuentes:
How Empathy Can Change Your Life, According To Science
Being empathetic is good, but it can hurt your health
Corporate Empathy Is Not an Oxymoron
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